Enrique Navarro, uno de nuestros socios fundadores es, entre otras muchas cosas, escritor. Y tenemos la suerte de poder leerle asiduamente en sus redes sociales. Le tomamos prestado uno de sus artículos para nuestra web.
Ni Franco consiguió encerrarnos tanto tiempo en casa; Hoy comencé mi plan de reconstrucción personal y laboral; salir a pasar todos los días y recuperar para la semana que viene los paseos y carreras como antes; esta semana lanzó una campaña con nuevos productos que ayudarán a muchas empresas y gobiernos a mejorar la calidad de vida de la gente y a optimizar nuestros sistemas de información.
Las ansias a veces nos pueden, y la envidia de ver las terrazas de San Sebastian y Sevilla es inmensa. Hemos descubierto varios bulos sobre la cuarentena que quisiera explicaros en estos días. El primero es que la cuarentena engorda; es totalmente falso; es un invento del gobierno para distraer la atención y de las tiendas de tallas grandes para hacer el agosto.
Desde que la semana pasada vi que la levadura había vuelto a mercadona, me percaté que la fiebre de la repostería casera ya había pasado. Esos cocinillas que se deleitaban preparando marmitako, o pote o cocido, y que dejaban la cocina como si hubiera pasado Patton por allí, han dado paso al filete, al pescado.
Donde se engorda es en los bares, con las tapas de Ascension, con las manzanillas de la Cepa, con los caracoles de Tomás, con los montados abundantes de pan de El nuevo Almacen, con el cuchifrito de ahí mismo; con las tapas de Marcial en la Barra; con las cervezas de la Felipa si ese día toca; con las cervezas y el jamoncito que nos saca Cuca después hacer el valle.
Engorda el frigorífico de Patricia que parece el bolso de Mary Poppins y los vinos y las cervezas del Txoco, y la merluza de pincho y las pizzas de Mikel.
Engordan los amigos, los de siempre y los que se improvisan en la barra del bar, los paseos dando tumbos entre la venta del alma y Caravantes; y sobre todo lo que más engorda es cuando llegas a casa y tu mujer te espera con un plato de fabada y te pregunta si has picado algo, y tú, con cara de circunstancia dices: que va cariño una tapa y ya está» y te zampas después de diez tapas la fabada.
Así que si alguien os dice que la Cuarentena engorda, negarlo, es un bulo.
Ramón Lagunaes, entre otras muchas cosas, un enamorado de todo lo relacionado con los vinos y un amigo de la Asociación. Tiene la virtud de saber disfrutar y de querer contarlo.
He de reconocer que mi interés por las
variedades de uva blanca ha sido progresivo. Hace años mi predilección, por lo
general, eran los tintos. Los tintos buenos, claro.
Sin embargo, con el paso del tiempo, me he ido
dando cuenta de la cantidad de vinos elaborados con uva blanca que ahora forman
parte del top en el ranking de mis vinos de cabecera. Si me centro solo en
España, hay ejemplos sustanciales de tipos de vino elaborados con uva blanca
que a mí personalmente me parecen soberbios. Qué decir de la Palomino para
Jerez, la Pedro Ximénez para Montilla-Moriles, la Albariño para Galicia en
general, la Hondarrabi Zuri para el Pais Vasco, la Viura para Rioja y otras
zonas, la Garnacha Blanca para Cataluña y alguna otra zona….y así podemos
seguir bastante rato (ojo, en otras zonas no mencionadas por extensión también
hay uvas blancas fantásticas, que nadie se “soliviante”, ahora veréis por qué).
Pero hay algo que ya os he anticipado en algún
otro artículo que a mí siempre me ha dejado perplejo y que gracias a Diós ahora
se está revertiendo. Esos varietales “galácticos” que por razones de interés
equivocadamente comercial se dejan de lado en muchas Denominaciones de Origen y
que sin embargo tienen una historia y una presencia de siglos que muchos
viticultores se han encargado de conservar y que cuando conoces no das crédito.
Si me preguntáis cómo es posible que algunas Denominaciones de Origen den la
espalda a su propia historia, no os podría contestar, me quedaría “in albis”.
Que una Denominación de Origen como organización tiene cosas buenas, no lo
pongo en duda, pero sin querer entrar en polémica (y he estado ya en varios
foros de discusión), a veces vale para la mayoría pero no para la
quintaesencia. Es demasiado habitual primar fórmulas para hacer todos mas o
menos un mismo tipo de vino por delante de revisar y mimar lo que ya se tiene y
que es, como digo, excepcional.
Dicho todo lo anterior, quería centrarme en el
título del artículo: “In albis”. Si “albis”, blanco, blanca como la uva
albillo, en todas sus extensiones.
La uva albillo tiene una idiosincrasia común
pero tiene apellidos. Por ejemplo en Madrid o la cercana zona de Gredos,
tenemos la “albillo real”, una uva que hace siglos servía para realizar vinos
para la corte, tremendamente afamados y que por suerte siempre ha estado
incluida en la Denominación de Origen Vinos de Madrid. Una suerte, una
excepción, las dos cosas. Aquí, si bien la Denominación de Origen si ha estado
a la altura, tenemos otro problema que no sé si algún día tendrá salida. Se trata
de los vinos que en la zona de Gredos se hacen, ya sea con este varietal o con
otros (normalmente su compañera la Garnacha), que tienen una identidad propia
pero no convergen en tener una marca que les agrupe mas allá de si son de Ávila,
Madrid, Toledo o de donde sea. Por ello quiero reivindicar la uva albillo real
con un vino de la zona pero que no es de Madrid, si no de Ávila. Se trata de
“El Soplón”, un vino de albillo real que además se acuna en barrica de castaño,
de esos castaños de la zona próxima a Gredos y que le dan una cremosidad poco
conocida. Don Ramón de Bodegas Fuentegalana tuvo a bien compartirlo conmigo
hace ya un poco mas de un año y la verdad quedé prendado del mismo. Un vino
poco conocido pero de una grandeza poco recompensada.
Hasta aquí una de las albillos que no han sido
menospreciadas, pero ¿qué me decís de los dos ejemplos que os voy a dar ahora?.
Pues erase una vez una Denominación de Origen que sólo admitía vinos tintos y que se dedicó mucho tiempo a magnificar su merecida fama dejando de lado el filón que creía haber encontrado hasta que el resto de Denominaciones de Origen o Indicaciones Geográficas empezaron a ofrecer magníficos vinos a precios sustancialmente por debajo de la media de lo que lo hacía ésta. ¿Ha sido la brillante aportación de otras zonas las que les ha abierto los ojos para ofrecernos de nuevo otro mirlo blanco?. En mi opinión, no puede ser casualidad. En cualquier caso, vaya por delante que estamos de enhorabuena, el año pasado, y lo que cuento es tan real como que “vamos a ganar esta batalla”, el club de amigos con los que de vez en cuando nos embarcamos en hacer alguna barrica de vino, me preguntaron que por qué no hacíamos un vino en Ribera. Y les pregunté: ¿Nos pueden ofrecer hacer una barrica de albillo mayor?.
Pues ahí estamos ahora. Voy a contar la verdad, yo había tenido la oportunidad no hacía mucho tiempo de conocer a la propiedad de una conocida bodega que además de tintos hacía un blanco con albillo mayor. No podían hacerlo bajo la Denominación de Origen. Tenían que ponerle “Vino de la Tierra de Castilla y Léon”, como si Ribera no estuviera ahí también. Fue probar aquel vino y quedarme “in albis”. ¿Cómo era posible aquello?. ¿Cómo era posible que sólo el empeño de esa familia y otra bodega más en ese año, supusiera ofrecer un blanco tan extraordinario y olvidado?. Cuando nos pusimos con la barrica, poco después mi mujer y yo hicimos un viaje a San Sebastian y allí (¿casualidad?) esos días se celebró Gastronomika. Allí se presentaron por primera vez varios vinos 100% albillo mayor bajo el futuro paraguas de la Denominación de Origen (a finales de 2019 sólo 1 vino tenía ya la contraetiqueta Ribera del Duero para ese blanco de albillo mayor). Luego ya vino Enofusión en enero de 2020 y tuvimos la suerte de probar 10 vinos de albillo mayor, a cual mejor. Si bien, publicamos la foto de lo catado, he de decir que 2 bodegas me eclipsaron. La primera y como mejor vino albillo mayor para mí sin duda fue “Territorio Luthier”. Seguro que es por mi tipo de gusto, pero de nuevo un vino blanco con crianza en barrica sublime, cremoso, con fruta y mil sutilezas secundarias y terciarias. Sería injusto si no volviera a hablar de esa familia que me enseñó su vino de albillo mayor. Su García Viadero y sus, ahora ya sí, Valduero Reserva 2017 y Gran Reserva 2015, una joya.
No querría acabar sin mencionar otro varietal que sí necesita un poco más de apoyo por falta de conocimiento sobre el mismo, pero sí quiero deciros que cuando lo probé, de nuevo pensé: ¿pero por Diós, cómo es posible?. De nuevo, me quedé “in albis”.
Se trata de la uva “albilla”, prácticamente extinguida, hasta donde yo sé plantada en la confluencia de Cuenca y Albacete, en la zona de “Manchuela”. Conozco dos bodegas que desde hace bien poco (hablo de pocos años) disponen de vino con este varietal. No sé si hay mas, aunque no lo creo (mejor si hubiera ya alguna otra). Por un lado está Bodegas Ponce, una bodega muy conocida sobre todo por sus buenos vinos de bobal. Tiene un vino de albilla denominado “Reto Albilla”. Un gran vino sin duda. No obstante quisiera destacar una bodega algo menos conocida y que para mí tiene un vino extraordinario con este varietal. Tuve la oportunidad de probarlo aún sin etiquetar la primera vez que lo comercializaron y de esa cata, con muchos Manchuelas allí presentes, me quedé prendado de éste. Se trata de Bodegas “La Niña de Cuenca” con su vino “Orovelo”. En este caso se trata de un vino con crianza si, pero no en madera, si no en tinaja de barro nueva con sus lías durante siete meses. De nuevo otro vino lleno de matices y de esa untuosidad que a mí me parece sublime.
A ver qué os parece la nota de cata que la
propia bodega nos da: “Con el primer sorbo comenzó a susurrarme…tras años de
olvido, había vuelto a la vida en forma de vino eterno, expresión de los
recuerdos de la tierra que lo alimentó, del viento que lo acarició y de la
gente que lo cuidó… de repente me di cuenta que era la nada y el todo a la
vez.”
Hay mas albillos, por ejemplo en Canarias,
pero quería sobretodo hacer especial hincapié en los menos conocidos. Espero
haber ayudado a que estemos menos “in albis”.
En estos momentos tan “extraños” siento que de “vino” no debo hablar (no sabía qué adjetivo utilizar, ¿difíciles?, bueno depende de lo que cada uno haya vivido, yo difíciles los he vivido creo que, en particular, peores, ¿histéricos?, bueno, creo que efectivamente hemos dado un pésimo ejemplo como sociedad con comportamientos compulsivos, lo digo por ver cómo se hacían compras en algunos mercados, “yo antes que los demás” llevaba alguno tatuado en la frente, o por cómo se ocupaban espacios públicos como si estuviéramos de vacaciones).
¿No debo de hablar de vino, o sí?
Me quiero explicar. Cuando pienso en las emociones que suscita un
vino, sin necesidad de forzarlo, me viene a la mente siempre un conjunto de
sentimientos que querría compartir.
No me imagino beber un buen vino solo. No me
imagino beber un vino sin la compañía de amigos, familiares o incluso
desconocidas personas de bien. No me imagino beber un vino sin compartir
sentimientos, sin saber qué le ocurre o
no a la persona que esté en ese momento conmigo. Es decir, un vino, como un
café, como ir al teatro, como ir a trabajar, como ir a casa después de trabajar
no tiene sentido alguno sin los demás, sin lo que llevan los demás dentro.
Un vino, como lo entendemos algunos, es una excusa
para todo lo demás: saber lo que a los demás les ocurre, bueno, nos
alegramos, regular, nos duele y si
podemos, ayudamos.
Vamos a tener tiempo de reflexionar, de
decidir qué nos importa, qué somos o no capaces de hacer como colectivo. Yo
apelo a que en estos días “bebamos buenos vinos», no como un hecho
físico, si no como una metáfora de vida.
Lejos de caer en la tristeza, de caer en el
pesimismo, es el momento de que todos y cada uno de nosotros tiremos del carro,
de coger el teléfono, si queréis incluso
el WhatsApp o similares (ya me joroba decirlo) para hablar de “vino» (se
me entiende: de sentimientos, de emociones) y para pensar y desear en
reencontrarnos, cuando verdaderamente se pueda, alrededor de esa copa de vino.
¿Por qué digo esto? Tengo la impresión de ver muchos amigos sobrecogidos por la situación. Les hablas, te responden o no, pero no les ves dentro de su cuerpo. Necesitamos estar todos más fuertes que nunca, supliendo la falta de fuerza de aquel que, por lo que sea, esté confuso.
Por favor,
“hablemos de vino”, o de lo que sea, con todo aquel que lo necesite. Cuantos
más seamos, menos daño nos hará esta situación.
¿Tenéis la sensación de que alguno quiere pasar “su cuarentena», sin “hablar de vino», sin hablar con los demás? Esto es lo único que me preocupa.
Extraído del blog de opinión personal del Secretario de la Asociación: Rueda la Bola
Los estereotipos, los prejuicios, los desconocimientos… La mejor forma de alejarse de ellos es la experimentación, la lectura, viajar, documentarse. Y eso hicimos en Doce Patios. Nada de que te cuenten, ya si eso lo contamos nosotros.
Al lío: cuando usamos el término Viejo Mundo nos referimos básicamente a Europa y sus vinos, mientras que el término Nuevo Mundo se reserva para los vinos de América, Sudáfrica y Oceanía.
Después de hacer un recorrido catando vino por cinco países del denominado Nuevo Mundo, aunque pueda caer, de nuevo, en una generalización, sí se observa que mientras que en el Viejo Mundo los vinos son más -por decirlo de alguna manera- clásicos, con esa acepción que significa que están más creados para combinar con la comida, los del Nuevo Mundo se centra en elaborar vinos que pueden tomarse sin compañía alguna.
En Europa estamos más acostumbrados a vinos algo menos robustos y de graduaciones alcohólicas más moderadas, mientras que, en los producidos en el Nuevo Mundo la extracción y el color se consideran atributos muy positivos. Algo que va cambiando y se están igualando en este aspecto.
Por otro lado, por destacar diferencias, los vinos europeos tienden a ser algo más frescos y menos dulces que sus contrincantes del Nuevo Mundo. Y esto se aprecia en todos los vinos catados. En América o Australia, por ejemplo, gustan los vinos más dulzones, que, a menudo, recuerdan a los aromas de la mermelada, mientras que en el Viejo Mundo se prefieren vinos algo más sutiles y terrosos.
La crianza en madera supone, frecuentemente, otra diferencia importante, pues en Europa parece cada vez más claro que los aromas de madera deben ser moderados. En el Nuevo Mundo gusta amaderar los vinos, especialmente el vino de Estados Unidos.
Las etiquetas son otro mensaje claro de diferencias entre ambas formas de entender los vinos, aunque con la globalización cada vez resutará más difícil hacer esta división. En todos los vinos la variedad de la uva tiene un lugar y una tipología preeminente, mientras que en los vinos europeos lo que los franceses llaman ‘terroir’ sigue siendo lo que marca la información y la importancia de los vinos. Variedad frente a suelo como filosofía de elaboración.
Con todo, repito y repito, generalizar en un planeta cada vez más global resulta tarea casi imposible.
Nueva Zelanda
Nueva Zelanda es la última zona que se ha incorporado a las grandes regiones mundiales del vino, ya que las primeras viñas no llegaron a sus tierras hasta el siglo XIX. Debido al carácter insular de Nueva Zelanda la climatología presenta una gran influencia marítima, lo que es muy relevante para la viticultura ya que ningún viñedo se encuentra a más de 120 km del océano.
La principal variedad de uva en Nueva Zelanda es Sauvignon Blanc, con el 69% del volumen total de producción, pero también hay plantaciones relevantes de Pinot Noir, Chardonnay, Merlot, Syrah, Pinot Gris, Riesling y Gewürztraminer. Los vinos de Sauvignon Blanc de Marlborough, zona que elabora el 75% del total del vino nacional, pusieron a Nueva Zelanda en el foco del mercado internacional. (@lawsonsdryhills)
Sauvignon Blanc de Marlborough. mezcla de cinco viñedos diferentes que representan una amplia gama de suelos (aluviales, limos, gravas, arcilla) y microclimas. Fermentado parcialmente en barrica. Resulta un tanto dulzón.
Estados Unidos
Estados Unidos es conocida por sus Cabernet y su Zinfandel, uva aborigen. Se elabora vino en 45 de los 50 estados de los Estados Unidos de América. La diversidad de paisajes, suelos y microclimas ha permitido el desarrollo de una gama de vinos muy variados. Sin embargo ha sido California, quien ha dado a la viticultura americana su reconocimiento. En esta zona, Napa Valley cuenta con más de 150 años de tradición vitivinícola. Las cepas que predominan son Cabernet sauvignon y Chardonnay, y Zinfandel. Sonoma es otra de las zonas californianas más importantes conocida por su Pinot Noir, con vinos más “europeizados”. En total, en California, están plantadas cerca de 410.000 hetáreas de viñedo.
En el Noroeste de EEUU, se encuentra la segunda zona más conocida por sus vinos en el país, Washington, que posee casi 14.000 ha. de viñas. El estado debe su fama a sus vinos blancos a base de chardonnay y de riesling.
Sus viñedos se ubican en la finca de Inglenook, en la zona de Sonoma. Ensamblaje deZinfandel y 5% de Petite syrah, con 12 meses de crianza en barrica francesa. Fácil de beber y, por ponerle un pero, poca personalidad. (@coppolawine)
Chile
El viñedo en Chile tiene sus orígenes con los conquistadores españoles. La zona vitivinícola más importante se encuentra en la zona del Valle Central, en la que se produce el 50% del volumen nacional. Se sitúa en la gran depresión entre la Cordillera de los Andes y la Cordillera de la Costa. El Valle del Maipo, justo al sur de Santiago, es la mejor zona para elaborar vino sobre todo tinto. Las variedades más conocidas son la Carmenere, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Cot, Merlot y Verdot.
La uva ‘patria’ es la varidedad carmenere, plantada originalmente en la región de Médoc de Burdeos, Francia, donde es usada para producir vinos tintos oscuros y a menudo para vinos de mezcla con petit verdot. Es un miembro de la familia cabernet. La carmenere está considerada una de las seis uvas tintas originarias de Burdeos, junto con la cabernet sauvignon, la cabernet franc, la merlot, la malbec y la petit verdot.
Viña Errázuriz es una de las bodegas más importantes de Chile, y de las más antiguas, fundada en 1870. Carmenere con 14 meses en barricas de roble francés, el 30% de ellas nuevas. ¡Muy buen vino! (@errazurizwines)
Argentina
El origen del vino en Argentina data del año en 1562, cuando se fundan ciudades como Mendoza y San Juan, puntos estratégicos por donde ingresaron viñas desde Chile a la Región de Cuyo, para después distribuirse por todo el país. Actualmente la zona vitivinícola argentina se extiende desde el norte de Cafayate en Salta (Región Noroeste) hasta el sur en el alto valle de Río Negro (Región Patagónica Andina) y desde la cordillera andina en el este hasta los valles del oeste de Mendoza (Región Cuyo).
Mendoza, la región de Cuyo es una de las mejoras zonas para el cultivo de la vid en Argentina. Si bien las cepas son muchas, dentro de los tintos se destacan los Malbec (20.000 ha plantadas en Mendoza), Bonarda, Cabernet Sauvignon, Merlot, y Syrah. Dentro de los blancos se destacan los Chardonnay, Riesling, Sauvignon Blanc y, muy especialmente el Torrontés. El Malbec es la variedad insignia de Argentina y la que mejor representa el paladar local: desde el 2011 es la cepa más cultivada en el país, y se ha posicionado como líder en volumen, calidad y exportaciones a nivel mundial.
Procedente de viñas de malbec plantadas en Tupungato, a una altitud superior a 1.470 metros sobre el nivel del mar. Crianza de 15 meses en barricas de roble francés de segundo y tercer uso. Magnífica relación calidad/precio. Posiblemente, el que más gustó. (@ElEnemigoWines)
Sudáfrica
El vino ha sido una parte importante de la historia y la cultura de este país durante más de tres siglos. Sudáfrica es, por tanto, uno de los más antiguos productores. El país cuenta en la actualidad con una superficie plantada de poco más de 100.000 hectáreas y una producción que ronda los 600 millones de litros, de los que exporta aproximadamente la cuarta parte. En 2017, se convirtió en el séptimo productor del mundo.
Aunque hasta hace unas pocas décadas, los vinos sudafricanos eran eminentemente blancos, de un tiempo a esta parte se está equilibrando la producción de blancos y tintos en este país. La variedad Sauvignon Blanc es una de las más utilizadas en blancos, junto con otros tipos de uva como la Riesling, Chardonnay y Chenin Blanc (allí, Steel). En tintos, Hermitage, Cabernet Sauvignon, Syrah, Pinot, Pinotage o Merlot son de algunas de las uvas las más usadas.. Sin embargo, su uva ‘estrella’ es el Pinotage, el resultado de un cruce entre la variedad Pinot Noir con la Cinsault (llamada Hermitage en Sudáfrica), con una interesante historia detrás.
La bodega está situada en el denominado “triangulo de oro” de las tierras vitícolas sudafricanas, Stellenbosch. El único vino que nos defraudo, porque esperábamos encontrar las características propias de la Pinotage y se nos quedó un poco plano.
P.D.:Hubo un vino ‘telonero’ del que ya hablaré en otro artículo. Un gran vino de Marruecos.
Extraído del blog de opinión personal del Secretario de la Asociación: Rueda la Bola
Cada vez me gustan más los vinos blancos. Cada vez los disfruto más y cada vez los descubro más. Y en este camino me encontré con cinco grandes de La Rioja, -gracias 12 Patios– de cinco grandes bodegas, cinco. Porque por si alguno no lo sabe, La Rioja ha sido históricamente tierra de vinos blancos, como recuerda el propio el propio Consejo Regulador. De hecho, la calidad de sus blancos, sobre todo con barrica, está a la par que sus bienvendidos tintos.
Pero hete aquí que como para muchos consumidores poco avezados, cualquier vino blanco tiene que ser , sí o sí, más barato que su hermano tinto, en un momento de la historia, poco a poco descendió su consumo y por tanto su producción. Salvo excepciones que hoy recogen sus frutos, muchas bodegas injertaron variedades tintas en cepas de blancas; en las bodegas no había espacio para barricas de crianza de vinos blancos, y el mercado empezó a creer que ni siquiera existían. Craso error que se está subsanando.
Por hacer un brevísimo recorrido por este universo blanco, desde la creación de la Denominación en 1925 las variedades blancas autorizadas por su Reglamento habían sido tres: viura, garnacha blanca y malvasía. A partir del año 2008 se incorporan al Reglamento tres variedades blancas autóctonas: maturana blanca, tempranillo blanco y turruntés, así como tres variedades internacionales: chardonnay, sauvignon blanc y verdejo. Sin embargo, el triunvirato inicial sigue triunfando en los vinos de calidad.
Pero para mi, lo que más ha distinguido tradicionalmente a los vinos blancos de Rioja ha sido su singularidad como vinos de largo envejecimiento, una característica que muy pocas regiones vinícolas del mundo pueden exhibir.
La historia de la familia se escribe desde 1870 como un proyecto de cinco generaciones de viticultores enraizadas en la Sonsierra riojana. Sus viñedos se ubican fundamentalmente en las localidades de San Vicente de la Sonsierra, Labastida y Laguardia, plantados principalmente con la variedad tempranillo, aunque también, en pequeñas cantidades, con garnacha, viura y tempranillo peludo entre otras. Los viñedos tienen edades comprendidas entre los 35 y los 70 años.
Los suelos, de composición arcillo-calcárea y pobres en materia orgánica, nutrientes y sales minerales, son muy apropiados para el cultivo de la vid. Por otro lado, la abundancia de cantos rodados, restos de aluvión y grava les proporcionan un drenaje y una retención hídrica óptima.
50 % Viura, 30 % Malvasía y 20 % Garnacha blanca.
Maceración en frío durante 12 horas. Fermentado en barrica nueva de roble francés (zona Vosgues).
Crianza total en barrica de 9 meses, en presencia de lías finas, realizando durante los 6 primeros meses dos batonnages por semana.
(Un poco más de guarda le hubiera venido de maravilla. Pena de impaciencia la mía.)
Las 62 hectáreas de viñas de Laserna en Laguardia están protegidas por el Cerro de la Mesa y situadas en una meandro del Rio Ebro lo que proporciona a esta tierra una orientación y mesoclima propios. Se extiende en tres terrazas de suelo arenoso calcáreo en las capas más profundas y arcilloso calcáreo en las capas medias y superficiales, en que abundan los cantos rodados propios del terreno aluvial.
85% Viura, 10% Garnacha blanca, 5% Malvasía.
Maceración en frío. Fermentación alcohólica en pequeños tanques siempre llenos de acero inoxidable. Cuando ya restan pocos azúcares pasa a barricas francesas nuevas de 350 y 500 litros de capacidad. El 90% del roble es nuevo y un 10% de un uso. Un 7% permanece en barricas de acacia, un 8% en Huevo Nomblot de cemento, 80% en barricas de roble y 5% en acero inoxidable.
Crianza sobre sus lías, que son removidas dos veces por semana hasta los 8 meses.
(Este es un blanco para amar los vinos vinos blancos de La Rioja. Ya está delicioso, en unos años…)
En 1878 un vino elaborado en Baños de Rioja ganó un premio en el concurso de vinos de la Exposición Universal de París. Lo presentaba Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III y Emperatriz de Francia. La Emperatriz era propietaria de una singular finca de viñedo situada en la Rioja. Ahí la historia del nombre.
En 1996 la familia Hernáiz adquirió esa misma finca y los hermanos Eduardo y Víctor Hernáiz se pusieron al frente del proyecto. Finca La Emperatriz está situada en el extremo noroccidental de la DOC Rioja, entre las sierras Cantabria y Demanda, a 570 m de altitud (una de las zonas más elevadas de la Rioja Alta). El clima es más continental que lo habitual en Rioja pero a la vez atemperado por la influencia del Cantábrico. El suelo de la finca está cubierto por una capa de 40 cm de canto rodado, que facilita el drenaje y provoca estrés hídrico en las cepas. Además, la blancura de las piedras refleja la luz solar y aumenta la insolación de las plantas, favoreciendo la concentración de polifenoles en las bayas. Se trata de un suelo muy singular, pobre y de extrema dureza.
100% Viura. Cepas de más de 60 años con conducción en vaso y rendimientos de 4.000 kg/ha
El mosto yema fermentó durante 10 días en 20 barricas de roble francés. Barricas nuevas, de segundo y tercer año.
10 meses en barrica.
(Lástima de añada, porque el vino sugiere mucha calidad. Le espero con el 2016.)
El origen de la bodega Marqués de Murrieta va unido al origen del vino de Rioja ya que en 1852 Don Luciano Murrieta elaboró los primeros vinos de Rioja además de ser el primero en exportarlo fuera del territorio nacional. Don Luciano, nombrado marqués por el Rey Amadeo de Saboya gracias a su labor en Rioja, viajó a Burdeos para aprender las técnicas de elaboración del vino que trajo consigo de vuelta a España.
Vino de pago de limitada elaboración procedente de un viñedo propio centenario
Pago Capellanía. Plantado en 1945 y ubicado en una meseta situada a 485 metros de altitud, en la zona más elevada de Finca Ygay.
100% Viura
Fermenta en un depósito de acero inoxidable a temperatura controlada durante 24 días.
15 meses en barricas de 225 litros de roble francés nuevo
(Fácil: esto es un vinazo, de los grandes, de los que valen lo que cuestan con solvencia.)
En la mítica ciudad de Haro, capital de La Rioja Alta. Una bodega de las históricas de La Rioja, una de las que ha llevado la calidad de los vinos por todo el mundo. A lo largo de 142 años, las generaciones de los López de Heredia se han consagrado al propósito de conseguir unos vinos excepcionales y con muchas personalidad, fuera de modas e implantando su propia forma de entender los vinos.
Entre 1913-1914, Don Rafael López de Heredia y Landeta llevó a cabo la plantación Viña Tondonia, dando origen al producto más conocido de la bodega. Viña Tondonia es un viñedo de más de 100 hectáreas, situado a la margen derecha del río Ebro, donde se cultivan las viníferas más típicamente riojanas. En la actualidad, 170 Ha. Situada en una concha y abrazada por el Ebro formando una península, conforma un paisaje de aluvión, caliza y chopos
Viura (90%), Malvasía (10%)
Barrica: 6 años, sometido a 2 trasiegas por año.
(No sé. Quizás sea la máxima expresión de lo que puede ser una larga crianza de los vinos de La Rioja. Imprescindible.)
La cultura es, sin duda producto de la vida urbana ya que sin una fuerte interacción humana es imposible sumar para pasar del conocimiento o la experiencia a la cultura. Por tanto las ciudades son y deben ser expresión cultural , y por tener un origen burgués, de burgo, debe ir salpimentada de transgresión y sobre todo de belleza. La cultura sin estética es inútil y empobrece.
Y esto viene al caso de Toledo. Pocas ciudades de Europa acumulan tan pesada y rica herencia, pero pareciera que se trata de una naturaleza muerta, que se ancló en Isabel la Católica y en el Greco, y todavía vive de una herencia brutal pero al final solo es un caudal recto.
Y a esto viene el caso de mi reflexión. Sin innovación y transgresión, la cultura se estaca y desvanece, y todo cuanto contribuye a revitalizar este acopio milenario no sólo no está de más, es que es vital.
Toledo, el casco, agoniza entre habitantes que alquilan sus viviendas a turistas, negocios que buscan compradores en las afueras, de manera que cuando se echa la noche la ciudad duerme. Cuando el frío extiende su manto, un taconeo sobre la piedra milenaria es la única música que acecha al caminante perdido entre la soledad.
Mas de 30 años visitando festivales de verano en Salzburgo, Edimburgo, Berlín Bergen , bienales de arte en Venecia o Basilea, y mercados navideños en Centro Europa, y siempre pienso porqué no llenar toledo de actividad cultural. La caña de pescar que supone esta ínsula de historia y arte, es impresionante para conseguir atraer otros públicos, pero hace falta imaginación y sobre todo alguien que tome el liderazgo. Llenar las calles de música, los espacios culturales de nuestros clásicos de antes y de ahora, atraer galerías de arte que huyan del asfixiante madrid que fenece culturalmente de la mano de unos gobernantes que no entienden que la cultura es sobre todo destruir mitos para construir unos nuevos , mal asunto para quien se define como conservador.
Grande ‘Puy De Fou’ enseñándonos historia, pero volvamos a la esencia y revitalicemos con un nuevo renacimiento cultural a la ciudad que el país lo necesita.
Un país que no se conoce está condenado a desaparecer lánguidamente.
Excelente labor de promoción, pero no solo corresponde a los gobiernos liderar, si la sociedad civil no es consciente de que la ciudad puede morir de éxito, de poco servirá el empeño de unas administraciones que relegan los presupuestos para atender necesidades más urgente o apremiantes, pero no por eso más importantes. Invertir en cultura y en promoción turística es no solo una necesidad sino sobre todo una inversión en nosotros mismos y en nuestro futuro como colectividad.
Y una parte esencial de esta introspección necesaria para conocernos mejor, es nuestro vino, aceite, queso. No olvidemos que somos lo que cultivamos, producimos y comemos. Así que !Viva la cultura y viva el vino!